El mal cunde porque nadie pone suficiente empeño en su salvación. Dios está solo. Y también el hombre con su culpa, en un mundo cuyos aterradores símbolos forman parte de este sorprendente primer libro en el que no sólo cuenta la juventud del autor, sino también el ámbito que de pronto descubre. Y todo lo que aporta, ética y estéticamente, a una literatura como la nuestra habitualmente más en contacto con el universo circundante que con el hombre. Torres Zavaleta había publicado algunos cuentos en "La Nación" y "La Opinión" y en una revista inglesa. Ahora se nos presenta entero en un libro denso y cargado de presagios que desde el título comunica sus hondas inquietudes; su persecución de la verdad; su concepción del tiempo y de la muerte y sus aproximaciones al más allá. La idea de lo trascendente se da en "El Hombre del Sexto Día" en distintos niveles narrativos. Pero dentro de un mismo clima, puesto que en su mayoría los cuentos se sitúan en paisajes vívidos y en ambientes austeros, más cerca de la naturaleza cósmica que de las regiones rutilantes de la frivolidad, o de ese "'espacio cultivado' de que hablaba Novalis. Se trata de una particularidad perfectamente identificada con la sobriedad del estilo con que Torres Zavaleta aborda, con igual eficacia, lo real y lo fantástico, lo metafísico y hasta lo grotesco, y revela los límites insospechados de la condición humana.
El mal cunde porque nadie pone suficiente empeño en su salvación. Dios está solo. Y también el hombre con su culpa, en un mundo cuyos aterradores símbolos forman parte de este sorprendente primer libro en el que no sólo cuenta la juventud del autor, sino también el ámbito que de pronto descubre. Y todo lo que aporta, ética y estéticamente, a una literatura como la nuestra habitualmente más en contacto con el universo circundante que con el hombre. Torres Zavaleta había publicado algunos cuentos en "La Nación" y "La Opinión" y en una revista inglesa. Ahora se nos presenta entero en un libro denso y cargado de presagios que desde el título comunica sus hondas inquietudes; su persecución de la verdad; su concepción del tiempo y de la muerte y sus aproximaciones al más allá. La idea de lo trascendente se da en "El Hombre del Sexto Día" en distintos niveles narrativos. Pero dentro de un mismo clima, puesto que en su mayoría los cuentos se sitúan en paisajes vívidos y en ambientes austeros, más cerca de la naturaleza cósmica que de las regiones rutilantes de la frivolidad, o de ese "'espacio cultivado' de que hablaba Novalis. Se trata de una particularidad perfectamente identificada con la sobriedad del estilo con que Torres Zavaleta aborda, con igual eficacia, lo real y lo fantástico, lo metafísico y hasta lo grotesco, y revela los límites insospechados de la condición humana.